viernes, enero 26, 2007

Infancia y mito según Cesare Pavese

Ningún niño tiene conciencia de vivir en un mundo mítico. Esto va acompañado por el otro conocido hecho de que ningún niño sabe nada del "paraiso infantil" en el cual en su momento el hombre adulto se dará cuenta de haber vivido. La razón es que en los años míticos el niño tiene cosas mejores que hacer que dar un nombre a su estado.

Ahora bien, de niños el mundo se aprende a conocerlo no con inmediato y originario contacto con las cosas, sino a través de los signos de éstas: palabras, dibujos, cuentos. Si nos remontamos a cualquier momento de emoción estática frente a cualquier cosa del mundo, hallamos que nos hemos conmovemos porque ya nos hemos conmovido; y nos hemos ya conmovido porque un día algo se nos apareció transfigurado, aislado de lo demás, por una palabra, una fábula, una fantasía que se refería a ello y lo contenía. Para el niño este signo se convierte en símbolo, porque naturalmente en aquel tiempo la fantasía le llega como realidad, como conocimiento objetivo y no como invención. (El que la infancia sea poética, es sólo una fantasía de la edad madura). Pero este símbolo, en un carácter absoluto, eleva a su atmósfera la cosa significada, que con el tiempo se convierte en nuestra forma imaginativa absoluta. Tal es la mitopeya infantil, y en ella se confirma que las cosas se descubren, se bautizan, sólo a través de los recuerdos que de ellas se tienen. Puesto que en rigor, no existe un "ver las cosas por primera vez": la que importa es siempre una segunda.

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